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Ronald y su familia son de la localidad de Gultro. El año 2002, cuando cursaba quinto básico, en el listado de útiles escolares le pidieron una flauta dulce. Y desde ese momento, su pasión por la música lo marcó. “Siempre me gustó la música, y yo mismo sacaba los temas que escuchaba de Los Jaivas, Inti Illimani o de Illapu”, dijo.

 

Luego, la flauta traversa se convirtió en lo suyo. Pero por azar del destino, el oboe le tenía preparado una sorpresa. “Un día, me tocó ir a presentarme como bailarín de cueca a la municipalidad de Rancagua. Hablé directamente con el alcalde de ese tiempo, y me pudo conseguir una audiencia. Lástima que en la Casa de la Cultura no quedaban cupos para estudiar flauta traversa. Pero si me ofrecieron clases de oboe. Y lo tomé, sin dimensionar lo bueno que sería para mi desarrollo musical”.

 

Ronald iba a estudiar ingeniería en aeronáutica en la FACH. Pero como el mismo cuenta, “el cariño a la música fue más grande”. Así, juntó dinero y se embarcó en una aventura más compleja: viajar a Alemania, a perfeccionarse en el oboe. “Fue complejo en un comienzo, pero miro hacia atrás, y todo sirvió. Los profesores encontraban muy extraño que viniera un joven chileno a un país tan lejano, a querer perfeccionarse y estudiar el instrumento”.

 

Una vez de vuelta al país, Ronald concluyó sus estudios de licenciatura en música en la Universidad Mayor, y luego de muchas giras por el país y por el extranjero, en la actualidad se estableció como músico de la Orquesta Filarmónica del Teatro Municipal de Santiago, y como profesor de la cátedra de oboe en el Liceo Óscar Castro de Rancagua.

 

“Estoy feliz por lo que he hecho, pero falta demasiado. La pedagogía está en mi, y quien sabe si en un futuro, vuelvo a mi comuna a enseñar mis conocimientos”, concluye el músico.